CARLOS FILOMÍA

Carlos Filomía, nacido en Buenos Aires en 1936, fue a estudiar a los 16 años con la artista, docente y activista rumana-argentina Cecilia Marcovich (1894-1976) —discípula de Antoine Bourdelle y André Lhote—, quien en 1940 había convertido su casa del barrio de Constitución (CABA) en taller para dar clase. Allí se inició Filomía en las prácticas tradicionales de representación con la didáctica de Lothe. Asistió un año, en el horario de la tarde (era menor de edad), pero a la Maestra la vio dos veces. Entonces se quedó con lo que le dio ella: la recomendación de hablar del discurso visual. Luego cursó la Facultad de Arquitectura (donde comenzó a usar plantillas, diseño y dibujo de letras), pero abandonó. Hacia 1966 comenzó a mostrar su obra en los Salones «Manuel Belgrano», Nacional, «Cincuentenario de La Plata» y en el Museo de Arte Moderno. Al año siguiente participó de una muestra en la Federación Gráfica Bonaerense, futura sede de la CGT de los Argentinos, y realizó su primera exposición individual en la Sociedad de Estímulo a las Bellas Artes.

En 1970 buscó trabajo en la Sociedad Hebraica, queriendo ir al área gráfica, pero lo derivaron a la boletería del cine-teatro durante cuatro años, hasta que una vacante lo instaló junto al entrerriano Moisés «el Nene» Nusimovich (1919-2009), que volvía de estudiar en USA cerca de Motherwell, De Kooning y Pollock, adherido a la tradición de lo nuevo, oficiando ahora allí como Director de Arte. Los años junto a Nusimovich —que, viniendo del expresionismo figurativo, reducía los colores al minimalismo del papel blanco, con tintas negra, roja y amarilla— marcaron a Filomía, quien aprendió a «limpiar» la imagen, el paso a los originales de textos en tipografía móvil, fotocomposición y fotolitos y, mirando la pintura de Clorindo Testa (1923-2013), descubrió el aerosol en las pinturas.

En 1973 participó en la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos con una carpeta de imágenes impresas realizadas en offset. Así completó cierto bagaje plástico que lo acompañaría en sus realizaciones. Hasta 1982 predominaron en su imaginería procedimientos típicos del expresionismo figurativo; el campo plástico se contraponía al espacio representado, convertido así en espacio ambiguo.

Al escribir este texto Filomía aclaró: “»El haber experimentado la lecto-visión de historietas y de conocer y practicar el lenguaje cinematográfico, de lo apreciado en muestras del CAYC y del Di Tella y el respaldo en lecturas de Abraham Moles, Oscar Masotta, Bruno Munari, Bernard Berenson, F. Engels, Nicolás Evreinov, Umberto Ecco, Néstor García Canclini, Michel Foucault, Noham Chomsky entre otros y sobre todo estar atento siempre a «lo que está en el aire» tal como lo define Greg Toland (Director de fotografía de Orson Welles) , me llevaron a una relación de gratuidad y en forma casual en relación con el público , no interesada, ubicándola no solo fuera de los límites del mercado de arte, sino también del sistema educativo dominante desde lo oficial.”

En 1983, en el final de la dictadura cívico-militar, Filomía creó los afiches participativos, «Cien afiches en la calle» realizados con marcador negro y rojo sobre papel blanco -menos colores que Nucimoch- y utilizando plantillas. Los fijó en la empalizada de la plaza para que el público los interviniera. Entre 1984 y 1985 reiteró la práctica con «Mil afiches en la calle» (Centro y Villa Urquiza), donde recogió testimonios sonoros y fotográficos de esos afiches.

En 1988 presentó en el Centro Cultural Recoleta «Identikit», con los afiches y la fotografía que había reunido en todos los eventos realizados entre 1983 y 1988. En mayo de 1989, siguiendo con su ciclo «Mil afiches en la calle», realizó y pegó cientos de ejemplares del «Afiche modelo único para propaganda política», lo que despertó la divertida intervención de los paseantes. El afiche contenía una lista de los políticos que se postularían y dejaba espacio para que el público escribiera su opinión.

Con líneas, tipografías (algunas invertidas) y signos gráficos, conformó una sintética imagen reiterada, que dialoga con los signos urbanos. A ese juego se sumaron los paseantes.


En 1968 Carlos Filomía expuso en la Galería Lirolay (1960-1981), situada en Esmeralda 868 y dirigida por sus dueños Mario y Paulette Fano.

En ella se realizaron muchas de las muestras más trascendentes de la época. Kenneth Kemble, Marta Minujín y León Ferrari son algunos de los numerosos artistas de reconocida trayectoria que expusieron allí. Filomía presentó una serie de dibujos, uno de los cuales fue reproducido en el afiche de promoción.

Es un trabajo en tinta compuesto exclusivamente de líneas. La organización es cuadrangular —remarcada por una simetría axial dinámica— y no llega a los límites del soporte.

A partir del centro de la imagen se conforma un diseño concéntrico e irregular de trazados que generan espacios cada vez más pequeños que se reducen en los extremos con líneas hacinadas, aunque establece límites ambiguos con un cuadrado que sugiere un adentro y un afuera del mapa visual. La organización del campo plástico así interrumpido por líneas irregulares en su grosor, que no se cruzan y que pocas veces se tocan, sugiere una topología escalonada y volumétrica contrapuesta a la cuadratura.

Los espacios más amplios del eje central avanzan mientras, a izquierda y derecha, retrocede la forma. En la zona alta de la imagen y en ambos lados aparecen dos centros de los que también concéntricamente se escalonan trazos.

Todas son líneas irregulares hechas a mano alzada. La mirada puede pasar de reconocer un rostro a perderse en la caligrafía del plumín, como ocurre con el texto del anuncio.

La representación cierra con una broma conceptual, porque en el doble trazado horizontal de la imagen aparece el título, «Espectador ante el cuadro», y la firma: Filomía 68.

De la exposición dijo el autor: “con esta muestra me alejo de la tradición de Spilimbergo, Alonso y Szalay para apoyarme en Osky, Landrú y otros”.

 

 

 

En noviembre de 1973 Mireya Baglietto, BasiaKuperman, Carlos Filomía y Osvaldo Tadey realizaron la carpeta «Noticias Ilustradas con Imaginación», compuesta de cuatro estampas en offset firmadas.

El grupo propuso «fijar en imágenes lo esencial de lo que ocurre y que llega a ser noticia». Baglietto y Kuperman realizaron dibujos, Tadey articuló fotos con dibujos y Filomía compuso la noticia desarrollando un collage fotográfico.

La estampa de Filomía se refiere a una noticia del diario La Razón del 22.08.1973 titulada «Un desocupado de 31 años vende un ojo, un riñón o un pulmón para mantener a 5 hijos». Para la elaboración del tema compuso varias imágenes, entre las que está laque nos ocupa ahora.

El campo plástico total de la imagen es vertical y las formas se componen en tres partes horizontales resueltas por procedimientos técnicos diferentes: collage en la parte superior, fotografía en el medio y dibujo en la parte inferior.El hecho de que la imagen tenga tal predominio de la iconicidad condiciona la lectura de la organización plástica.

En la parte alta una barra negra está separada horizontalmentede otra equivalente. De la inferior surgen, de izquierda a derecha y de abajo hacia arriba en diagonal, tres imágenes semejantes de color neutro (celeste, verde y celeste) yde tamaño mediano; en el nivel siguiente, al medio, aparece la misma imagen en mayor tamaño.Esa imagen fotográfica reitera un rostro violentado con las manos que hunden dedos en la boca creando una suerte de máscara dramática.

El tercer nivelFilomía lo resolvió como dibujo en pluma, expresionista especialmente en las formas contorneadas y con un entrecruzado irregular en los valores de luminosidad. La consecuencia fue la creación de un espacio barroco distinto del clásico de la fotografía y el futurista del collage.


A finales de la dictadura, Filomía manejaba el bagaje de sus prácticas gráficas: síntesis de la imagen con la polaridad del blanco y negro, variedad de procedimientos para el dibujo recurriendo al aerosol como en los grafitis y en la pintura de Clorindo Testa, y el uso del collage, la fotocopia y las técnicas fotográficas dela gráfica.

Con esos instrumentos ya había expuesto en los espacios a los que el público concurre a ver arte. Ahora interpelaría al peatón con su discurso visual, esperando la respuesta de los espectadores. Subyace en la acción la idea de que el participante se convierta en coautor. De cien afiches impresos haría cien intervenciones originales; en 1985 realizó esta pieza de la que nos ocuparemos.

Filomía le encarga a Pedro Roth el registro de una boca en alto contraste de película gráfica y la pega en la zona superior de un pliego. Luego, con aerosol rojo traza una línea oval y punteaotra, como en el juego del ahorcado, sugiriendo el espacio para escribir en él. Después hace imprimir el afiche y lo pega en las paredes del centro. Recurriendo a la línea, los espectadores escriben y dibujan en cada uno de ellos. Ajenos al espacio museístico, dialogaron con los signos urbanos (carteles, señaléticas, fotos, carteles, grafitis, etc.)

Una vez intervenidos, Filomía los renueva pacientemente en la calle. Años después, este y otros sin intervenir los presenta en el Centro Cultural Recoleta y evalúa las posibles constantes y diferencias entre los peatones sorprendidos en la calle y los asistentes al CCR.

Tiempo después realizó otros afiches lineales en aerosol con bocas entreabiertas y globos de diálogo, que pegó en la Plaza Miserere.

En diversos escritos que prologan sus muestras —que hoy componen un libro sobre sus prácticas— Filomía llama a estas y a otras acciones que creó e intervino activismo político-cultural.