Vicente López, San Isidro, San Fernando y Tigre. 2006
Rosario. Norberto Puzzolo
Silueteada en Adrogué conmemorando el 24 de marzo
Las reediciones
Muchas Silueteadas se hicieron después de 1983, renovando matices formales y significantes, en el país y en otros lugares del mundo. Todas las que a continuación se reseñarán se realizaron sin la participación directa ni de Aguerreberry, ni Kexel ni mía. Casi inmediatamente, todos los años se reeditaron en los barrios Silueteadas en recuerdo del golpe del 24 de marzo, y también en cada escrache o acto político gremial de reclamo en el marco de la lucha por los derechos humanos.
En 2002, en la ciudad de Rosario, se iniciaron manifestaciones con Silueteadas como modo de apoyar el reclamo de justicia durante el juicio a los militares responsables de los genocidios locales. En esa ocasión se hicieron exclusivamente esténciles de siluetas de cartón, con los que contornearon figuras de desaparecidos sobre papel de diario.
Desde esos tiempos y hasta la actualidad, un frente de gremios del norte del Gran Buenos Aires mantiene constantemente el recuerdo de los reclamos y para el Día del Maestro, en el día de los Derechos del Trabajador, para los juicios a los genocidas, entre otras circunstancias, pegan miles de afiches reduciendo el tamaño de la silueta a 40×30 centímetros, en un diseño lineal en el que agregan el nombre del desaparecido y su profesión.
En las variaciones que en treinta y seis años se realizaron de la Silueteada en la Argentina, probablemente la única condición que se mantuvo fue la de pegar las imágenes verticales y no en el piso (porque “con vida los llevaron, con vida los queremos”). Después, se contornearon cuerpos, se usaron esténciles y se imprimieron siluetas más pequeñas, se llenó el fondo o la silueta o se dejó la silueta lineal, se les puso nombre, se indicó el trabajo de cada uno y la fecha de su desaparición, y se las acompañó con manifestaciones y hasta con música. Se usaron siempre para reclamar en los muros y aun en las pancartas en manos de varios gremios (actores, docentes, trabajadores del estado, bancarios), que las mantienen en sus marchas–impresas en tela plástica– identificando a sus miembros desaparecidos.
En los últimos años, merece señalarse una de las alteraciones conceptuales más significativas de la Silueteada. Ocurrió en escuelas del Estado donde, en 2015, el docente Flavio Gabaldón propuso en clase rellenar cada silueta con fotos de las marchas y de la lucha de los últimos cuarenta y tres años, tomadas del Archivo Hasenberg-Quaretti. De ese modo, las siluetas, que nacieron vacías reclamando por los militantes desaparecidos, realizadas por quienes pusieron el cuerpo por los que no estaban, ahora se llenan con fotos de los que lucharon por sostener los reclamos por ellos/as. Posteriormente, la fotógrafa Mónica Hasenberg desarrolló esta modalidad de manera sistemática en escuelas, universidades, lugares políticos y actos, dando a la Silueteada ese nuevo giro significante.
Silueteadas en México por los 43 de Ayotzinapa
Más allá de la realidad argentina
Más allá de la realidad argentina, la práctica de la desaparición por intervención del Estado y de otras organizaciones (como en México y en América Central) se mantiene con diferentes características. Para reclamar, las organizaciones de derechos humanos recurrieron también a las siluetas, haciendo homenajes conmovedores y alternativos.
En España (2002), ante una ley del franquismo que prohibía identificar los restos enterrados en tumbas colectivas de las víctimas de la guerra civil, hicieron siluetas negras del tamaño de una persona con un gran signo de interrogación dibujado en el pecho y marcharon reclamando, llevando además una pancarta pasacalle que reproducía la fotografía en tamaño natural de una tumba colectiva.
En 2012, la arquitecta brasileña Nazille Acevedo instaló en la escalinata de la Universidad de Chile un millar de siluetas de hielo, con las consecuencias imaginables.
Para recordar a los soldados ingleses muertos en el desembarco del “Día D”, los artistas británicos Andy Moss y Jamie Wardley pusieron a modo de stencil placas de metal en la playa con siluetas recortadas; luego rastrillaron la arena en el hueco de las figuras, y toda la playa quedó cubierta con nueve mil siluetas, hasta que el viento y el agua las borraron.
Otras Silueteadas se realizaron en América Latina (Chile, Uruguay, Brasil, Perú) repitiendo el esquema de Buenos Aires, pero entre ellas sobresale lo que ocurre en el muy herido México. Allí, entre la diversa imaginería folclórica, xilográfica y pictórica, aparecen siluetas de tamaño natural en diversas posiciones recortadas y pegadas en paredes y árboles, calles, veredas, etc., así como fotografías ploteadas, en el piso, de cuerpos caídos. Estas prácticas se potenciaron luego de que, en la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014, se produjo la masacre de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa.
Como una forma de adhesión, en diferentes países se realizaron pancartas con las que se marchó en Barcelona, Madrid, Granada, São Paulo, Santiago de Chile; en Córdoba y Buenos Aires (Argentina) también hubo marchas, que fueron registradas, y esas fotos se enviaron a México. Mezclando sus tradiciones artísticas con las prácticas de intervención político-cultural contemporáneas, los estudiantes, docentes y trabajadores mexicanos nucleados en sus organizaciones se manifestaron por sus calles con siluetas de 80 m de largo, tal como se puede ver en el video A la calle. Okupar, resistir, construir, de Cristina Híjar González (2017) https://www.youtube.com/watch?v=hO_HxRnAYEk&t=77s
Momentánea síntesis
Completada esta historia sintética del signo visual del desaparecido, corresponde hacer una breve síntesis sobre cómo codificamos los autores esta realización. Reiterando la cita, el documento presentado a las Madres considera que el proyecto es un reclamo “por la aparición con vida de los detenidos” y para “crear un hecho gráfico que golpee al gobierno a través de su dimensión física y que por lo inusual renueve la atención de los medios de difusión”. Es decir que, si bien nació como un proyecto de obra artística, al dárselo a las Madres como herramienta para fortalecer la lucha, la función estética molestaría a la acción política porque, incorporada al sistema del arte, su destino sería la consecuente museificación. Como parte de ese destino se valoraría la autoría y se limitaría su uso como herramienta de lucha, porque no sería sencillo pensar en el uso libre de un producto u obra artística que tiene autores. Sin embargo, los creadores de la Silueteada no ignoramos que esta idea nació influida por el arte conceptual latinoamericano con el antecedente de “Tucumán arde!”, en tanto:
- la producción pasó de la apariencia-objeto al concepto y, desaparecida la imagen, el concepto continúa funcionando;
- existe el principio de que una obra de arte es una tautología;
- el signo puede ser producido, reproducido y recreado por cualquiera.
Por otra parte, la Silueteada no es cada silueta ni todas las siluetas reunidas, sino que es una acción performática que acompaña el reclamo: una herramienta de lucha que usa procedimientos surgidos de las artes y que consideramos como una obra de activismo político-cultural.
Los autores nos hemos opuesto en varias oportunidades a la exposición, en salones o museos, de las siluetas dibujadas e impresas, pero no así de las fotografías documentales que testimonian los eventos realizados en el marco de las acciones de lucha por los derechos humanos. Hay en el origen del proyecto la voluntad de minimizar la presencia de los primeros autores y suplirla por la huella de los manifestantes, diversificar los modos de crear el signo para que todos puedan apropiárselo y usarlo, cuidando que sea entendido por todos al compartir el código. Así fue la evolución de la parte medular del proyecto, que se extendió significativamente hacia muchísimos lugares en que los aparatos represivos de los Estados ejercieron la metodología de la desaparición. Allí, los familiares lo usaron y lo siguen usando para levantar las banderas de “Memoria, Verdad y Justicia”.
Bibliografía
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