En 1806, cuando desembarcaban los ingleses en la primera invasión, los primeros que los vieron y que avisaron en la ciudad fueron los querandíes, y lo mismo pasó en la segunda invasión. 

Escrito al pie de la imagen: «Reconquista de Buenos Aires por el capitán de navío D. Santiago Liniers, haciendo prisionera a la guarnición inglesa con su comandante Beresford. Vuelve la escuadra británica en 1807 a atacar con empeño la misma plaza, y es rechazada por el valor de nuestros marinos y soldados.» Litografía de Madrid Martínez (1807)

Algunos pueblos originarios de estas pampas se ofrecieron para combatir a los invasores, pero no fueron aceptados por los cabildantes. Los vínculos entre españoles, criollos e indios existían porque los primeros iban anualmente a las Salinas Grandes, a juntar sal y comprar ponchos, plumeros, riendas y ganado, vendían alcohol, cuchillos y textiles, y rescataban de los indios a cautivos y renegados que desertaban. Por otra parte, los caciques venían a la ciudad a comerciar y para hacer visitas protocolares cuando se renovaban los virreyes y gobernadores. Esta paz animó a algunos criollos a llevar sus estancias a territorio indígena, violando tratados vigentes, pero para los originarios era más importante preservar la paz y el comercio que exigir el desalojo de sus terrenos. En los años previos a la Revolución de Mayo, había paz en las fronteras desde hacía décadas por tratados negociados durante la colonia.

Bando del Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros

El acta de declaración de la Primera Junta de Mayo tiene adhesiones respaldadas por los escribanos, ya que la mitad de los hombres no sabían escribir. Entre estos respaldos aparecen siete mulatos libertos y se entiende que también esté la firma de José Minoyulle, quien hace constar su rango de cacique, y del soldado Guillermo, indio que integraba el Cuerpo de los Naturales y pone su nombre a continuación de su Jefe militar, el comandante Juan Ramón Balcarce.

Firmas del Acta

Establecido el Gobierno Patrio, su política hacia los originarios tenía dos versiones: el Presidente Cornelio Saavedra proponía “tener a la indiada de su parte” y “evitar que apoyara a los realistas», y la línea del Secretario Mariano Moreno y los vocales Manuel Belgrano y Juan José Castelli, incorporarlos en paridad de derechos. 

Juan Jose Castelli, Manuel Belgrano, Mariano Moreno

Castelli fue enviado al Alto Perú como representante de la Junta de Buenos Aires a extender la Revolución. En su viaje encaró por medio de bandos uno de los más emblemáticos momentos de los vínculos con los diferentes pueblos originarios, lo que implicó un “reordenamiento radical en las relaciones sociales”. En una decisión audaz, procuró forjar un vínculo estrecho con los indios durante toda su actuación como representanteSon numerosos en ese sentido los testimonios que acreditan su trato cordial y cariñoso con los que se le acercaban, a quienes abrazaba y alzaba del suelo cuando se postraban ante él como lo hacían ante las anteriores autoridades. Procuró en forma constante ponerlos en igualdad con los criollos al señalarles que ahora eran hermanos e iguales. Su actitud lógicamente obedecía a una estrategia política de la Junta. A través de bandos, Castelli ordenó medidas como la abolición del tributo indígena yla elección de un diputado que representara a los naturales en las intendencias de las Audiencia de Charcas y de Paraguay, apelando a una retórica que hacía énfasis en la recuperación de los derechos cercenados tras la conquista. De este modo promovía la incorporación de los originarios a la representación política plena. No sólo procuró restituirles los derechos, sino que también pretendía darles influencia activa en el congreso, para que participaran en el debate de la Constitución que los regiría y pudieran palpar por sí mismos las ventajas de su nueva situación. Castelli dispuso que el bando circulara por todas las provincias en castellano, quechua, aymara y guaraní.

El 19 de mayo dirigió una circular a los subdelegados de las provincias de Omasuyos, Larecaja, Yungas y Apolobamba del Alto Perú (hoy Bolivia), invitándolos a concurrir el 25 de mayo de 1811 a la Puerta del Sol en Tiahuanaco, para conmemorar el aniversario de la revolución con los naturales y estrecharse en unión y en memoria de los mayores con el gobierno que él representaba. Allí, acompañado de traductores indios a varias lenguas, Castelli afirmó que “el objetivo del gobierno era que todos los grupos pudieran gozar de los mismos derechos…” y declaró reconocer la “igualdad a la hora de acceder a cargos, honores y empleos, sin otra distinción que el mérito y la aptitud”. Los esfuerzos del gobierno –les dijo–se han dirigido a buscar la felicidad de todas las clases, entre las que se encuentra la de los naturales de este distrito, por tantos años mirados con abandono, oprimidos y defraudados en sus derechos y hasta excluidos de la condición de hombres.” Concluyó Castelli afirmando: “Yo por lo menos no reconozco en el virrey ni en sus secuaces representación alguna para negociar la suerte de unos pueblos cuyo destino no depende sino de su libre consentimiento, y por esto me creo obligado a conjurar a estas provincias para que en uso de sus naturales derechos expongan su voluntad y decidan libremente el partido que toman en este asunto que tanto interesa a todo americano”.

La tarea de aquellos tiempos era la de reunir voluntades en torno a ideas y acuerdos, y encontrar confluencias. No había imágenes que nos vincularan, ni a los originarios entre sí ni a los criollos ni a los criollos entre nosotros ni a unos con otros. El territorio no tenía nombre ni símbolos que representaran ni a quienes estaban desde antes ni a los llegados después. Todavía se discute el origen y el color primero que tenían las cintas identificadoras de aquel 22 de mayo de 1810. Hay quien dice que se usaron por primera vez para diferenciarse de los ingleses en las invasiones de 1806 y 1807. Otros dicen que eran los colores de la casa de Fernando VII –el rey español preso– que fueron utilizados por un grupo de damas de Buenos Aires al presentarse el 18 de mayo de 1810 a una entrevista con el jefe de los Patricios, coronel Cornelio Saavedra, y que luego se popularizaron entre los nativos. También cuentan que el 21 de mayo de 1810, Domingo French, Antonio Luis Beruti y un grupo a quienes llamaban “los chisperos” repartían cintas blancas como signo de paz y unión entre los patriotas y los partidarios del imperio español, pero ante la hostilidad de los segundos repartieron golpes y establecieron piquetes en torno a la Plaza Central controlando quiénes pasaban. El 30 de mayo los chisperos ya repartieron cintas rojas como signo «jacobino». Posteriormente, en marzo de 1811, los miembros de la Sociedad Patriótica–creada por los allegados a Mariano Moreno–, emplearon cintillos blancos y azul-celestes para identificarse.

Al año siguiente, el 13 de febrero de 1812, Manuel Belgrano solicitó al Triunvirato que se estableciera el uso de la Escarapela Nacional bicolor: azul-celeste y blanco, porque los cuerpos del ejército las usaban de distintos colores. Cinco días después el Gobierno la reconoció como representativa. Entusiasmado, Belgrano diseñó la bandera con los mismos colores y el 27 de febrero de 1812 la izó en Rosario junto a la batería Independencia. El Triunvirato le ordenó volver a izar la enseña española, pero él ignoró esa orden, se fue al Norte e hizo bendecir en Jujuy la blanquiceleste. El 4 de marzo de 1811 mataron a Mariano Moreno en alta mar, el 20 de junio de 1811 fue derrotado Castelli en Huaqui y el Primer Triunvirato le inició juicio, pero murió el 12 de octubre de 1812. 

Sello de la Asamblea del año XIII

El 31 de enero de 1813 comenzó a actuar la Asamblea del año XIII, que estableció disposiciones muy importantes para nuestra historia: creó el escudo, encargó el himno, declaró la libertad de vientres, eliminó los títulos de nobleza, liberó a los originarios de las encomiendas, mitas y yanaconazgos, acuñó la primera moneda nacional, abolió la tortura, puso fin al tráfico de esclavos, instauró la fiesta del 25 de Mayo y creó el gobierno unipersonal del Directorio, carácter que conserva hasta nuestros días. Las leyes referentes a libertad de vientres, eliminación de encomiendas, mitas y yanaconazgos, abolición de la tortura y tráfico de esclavos fueron traducidas al quechua y guaraní y enviadas a los territorios del Norte y de lo que fueran las Misiones. 

En 1816 el Congreso de Tucumán declara la independencia, y el Acta, redactada en español, es traducida al quechua, aymara y guaraní. Se publica por primera vez redactada a dos columnas –en castellano y quechua– en dos periódicos porteños, La Gazeta de Buenos Aires –el 17 de agosto de 1816– y en El Redactor del Congreso, seis días después. San Martín las llevó con el Ejército Libertador y las expuso en 1823 cuando declaró la independencia del Perú. 

Litografía San Martin

Este carácter vincular entre los pueblos criollos y originarios se mantuvo hasta 1866, en que Eduardo Olivera y un anterior José Alfredo Martínez de Hoz fundaron la Sociedad Rural Argentina, que financió la conquista de la Patagonia.

El caos, esa organización en que comienzan muchos relatos míticos, era el modo en que estábamos en aquellos tiempos. Nuestro nombre aún heredaba el del Virreinato (éramos las Provincias Unidas del Río de la Plata) y el actual –Argentina–, devenido del poema escrito en 1602 por Martín del Barco Centenera, fue asumido recién en 1826. 

El caos es el estado en que se nos presentan las cosas hasta que creamos o encontramos las palabras que las nombran  según nuestro saber y según la imagen que nos lo demuestra. Si a un personaje, idea o lugar no le damos un nombre y una imagen, no lo podremos pensar. Por eso, después de haber visto la historia de Argentina que nos cuentan y haber revisitado la otra historia, la de los que perdieron, nos preguntamos incluso si esta nueva mirada nos considera, nos incluye. De la primera parte del período a que nos hemos referido (1806-1840) solo hay paisajes de los pintores viajeros, algunos retratos de encargo y –tal vez lo políticamente más valioso– los retratos de nuestros patriotas en litografías encargadas por Rosas para repartir por el país, y el óleo Carga del Ejército Federal, del pintor quilmeño Carlos Morel. Salvo excepciones, es solo un arte de criollos para extranjeros. Es decir que nos sigue faltando convicción para nuestra imagen. 

Rodolfo Kusch

En 1956, Rodolfo Kusch escribió en sus Anotaciones para una estética de lo americano: “América y –sobre todo Argentina– es donde más exacto sentido tiene un sindicato de artistas en tanto trabajadores del arte” y agrega que se produce arte “por miedo, para conjurar la negra posibilidad de que el arte pudiera no tener ningún sentido como actividad. El nuestro es ante todo un arte de producción y no de creación. De ahí que sea un arte con una estética del placer y de la forma. Pero como lo americano excluye forma y placer y supone, sí, lo amorfo y lo tenebroso, una estética como es aquella es una estética fallida”. Consideró que “lo realmente vital, la vivencia de nuestra miseria política, social económica y cultural se descarga en un terreno no artístico, o sea en la esfera del café, del cabaret o de la calle. De ahí la escisión de nuestro arte oficial y por el otro, bajo el falso rótulo de popular, está lo gauchesco, la literatura tanguera o el submundo del sainete.” Kusch nos señaló metafóricamente un espacio pegajoso y bestial donde conviven el Demonio y Dios entrelazados, donde estereotipamos “nuestros gestos, nuestros sentimientos y nuestra carne hasta que nos sorprendemos como un árbol en la llanura”. Y finaliza escribiendo “En este terreno el arte auténtico es un arte de lo tenebroso, en el terreno del Viejo Vizcacha, o de la muerte de Juan Moreira, o del inútil jadeo vital de un tango”.


Bibliografía

  • Barco Centenera, Martin del.  Argentina y conquista del Río de la Plata con otros acaecimientos de los reinos del Perú, Tucumán y el Estado del Brasil (1602)
  • Belting, Hans. Imagen y culto. Akal. Madrid. 1990
  • Chávez, Fermín. La cultura en la época de Rosas. Ed. Theoria. Bs. As. 1973
  • Puiggrós, Rodolfo. De la colonia a la revolución. Carlos Pérez Editor. Bs. As. 1969
  • Kusch, Rodolfo. Anotaciones para una estética de lo americano. (1953) Obras completas. Tomo IV. Editorial Fundación Ross. Santa Fe. 2010.
  • Ramos, Jorge Abelardo. Las masas y las lanzas. Hispamérica. Bs. As.1986